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El impacto de la tecnología sobre nuestra vida
es indudable, coches que se conducen solos, teléfonos que te escuchan y realizan
tareas según tus ordenes, neveras que te dicen que alimentos te faltan y cuando
van a caducar. Parece ser que todo se estuviera volviendo inteligente y como
nos subamos al carro lo menos inteligente de nuestra casa vamos a ser nosotros.
En el ámbito de la educación, las tecnologías y,
especialmente, internet y los dispositivos móviles han cambiado la forma en la
que nos comunicamos y del mismo modo la forma en la que aprendemos un idioma. Como
aprendientes de un idioma, la tecnología aporta innumerables ventajas: acceso inmediato
a la información; la posibilidad de contactar en tiempo real con personas de otros
países; una basta cantidad de material relacionado con los idiomas y el estudio
de lenguas; la flexibilidad para aprender una lengua en cualquier momento y en
cualquier lugar... la lista sigue. Como docente, la tecnología presenta retos y
ventajas. Además de las características nombradas más arriba, las tecnologías ayudan
al docente a mejorar la interactividad en clase, disponer de materiales actualizados
y más reales en el aula, hacer las actividades más entretenidas, etc.
A término personal, si tuviera que elegir una única
razón, diría que la tecnología me ofrece la posibilidad de conectar con mis
alumnos a un nivel al que no tendría acceso de otro modo. ¿Qué quiero decir? En
una época donde nos vemos bombardeados por estímulos e información cada minuto,
donde la concentración se ha reducido considerablemente con respecto a
generaciones anteriores, y donde no tener conexión o batería supone una catástrofe.
En una época donde nos pasamos horas escribiendo mensajes de texto, comprando
por internet, visitamos museos por internet y viendo nuestro equipo favorito
por internet. En esta época los métodos tradicionales de enseñanza se
encuentran en desventaja. De este modo, la tecnología me permite entrar a
formar parte de ese ecosistema, de alguna manera, me permite hablar el lenguaje
que hablan mis alumnos e intentar llegar a ellos de una forma en la que ellos
pueden entender y pueden ser partícipes del rumbo de la clase.
El tiempo no espera a nadie y, nos guste o no, tenemos que renovarnos.
Un saludo,
Nacho.